Sanaá - Saba - Informe: Jamil Al-Qashm
El discurso del Líder de la Revolución, Señor Abdul-Malik Badr al-Din al-Houthi, se produjo en un momento crucial, transformando la conciencia pública sobre el sufrimiento del pueblo palestino en Gaza. Expuso con precisión los aspectos de la complicidad árabe en el apoyo a la entidad sionista. Transmitió mensajes intensos que trascendieron las fronteras políticas, religiosas y culturales, enfatizando que la postura sobre la agresión es inseparable de la postura de la nación entre el bando de la traición y el bando de la yihad.
El discurso reflejó un enfoque coránico consciente, vinculando la traición interna con los crímenes externos y confrontando al pueblo con la responsabilidad de un renacimiento inaplazable. El discurso también estableció una visión estratégica que mantiene la opción de la resistencia como eje central de la acción y rechaza toda justificación que contradiga los requisitos de dignidad y pertenencia.
El Líder inició su discurso con una descripción sumamente precisa de la fase actual, donde la traición se revela a través de las puertas económicas, militares y políticas, y los intereses de algunos regímenes árabes se cruzan con el proyecto sionista. Presentó un relato franco de los pecados cometidos en nombre de la impotencia, cuando en realidad son una sumisión voluntaria a la voluntad de Washington y Tel Aviv, presentada como opciones políticas.
El Líder de la Revolución destacó las amargas realidades que se desarrollan entre bastidores en la relación entre algunas capitales árabes y el enemigo israelí, desde el suministro de aviones de guerra hasta la provisión de corredores comerciales y la continua recepción de delegaciones sionistas bajo el pretexto de la normalización y la apertura. Esto ha convertido a estas capitales en instrumentos directos para apoyar la maquinaria de matanza y genocidio.
Con un enfoque consciente, el Líder de la Revolución pasó a atribuir una gran responsabilidad al pueblo, señalando que la iniciativa sigue en sus manos y que existen oportunidades de influencia, siempre que exista conciencia y la voluntad popular sea libre. Ofreció una interpretación profunda del papel de las masas como fuerza de presión, enfatizando que su marginación no es un destino, sino el resultado del engaño mediático y los métodos de servilismo que han prevalecido durante décadas.
El análisis se extendió a mezquitas, instituciones educativas y plataformas mediáticas, que han sido subyugadas para servir como herramientas de falsificación y apaciguamiento, en lugar de como frentes de movilización y revitalización. Consideró el silencio de estas instituciones, a pesar de la magnitud de las masacres, una flagrante expresión de desapego hacia los problemas de la nación y una sospechosa retirada del deber de apoyo.
El discurso del Líder criticó directamente a Al-Azhar, citando su rápida retirada tras emitir un comunicado inicial. Esto expuso el desequilibrio de valores en algunas de las instituciones religiosas más venerables y su incapacidad para ejercer un liderazgo moral en un período tan delicado. Esta crítica se acompañó de un llamado a la reforma, no a la difamación, en el contexto de una reorientación de la brújula moral.
El discurso del Líder incluyó una advertencia contundente sobre las consecuencias divinas de la inacción, citando versículos del Sagrado Corán que instan a temer las consecuencias y advierten del castigo inevitable para quienes fallan, tanto en este mundo como en el Más Allá. Este recordatorio no es un mero ejercicio de predicación, sino una herramienta para despertar la conciencia colectiva y reposicionar la moral en el escenario de la confrontación.
Hizo un llamado explícito a reentender la yihad como una responsabilidad integral para resistir el proyecto sionista —política, cultural y mediáticamente—, un proyecto que busca desmantelar la nación, disolver su identidad, saquear sus recursos y controlar su camino civilizatorio bajo el pretexto de la normalización y la cooperación.
En un gesto estratégico, el Líder de la Revolución destacó las manifestaciones populares en Yemen y otros países que la apoyan, considerándolas signos de la vitalidad de la nación a pesar de todos los intentos de subyugarla. Citó la postura del presidente colombiano como un ejemplo de valentía política, contrastándola con el silencio árabe, en una reprimenda indirecta a las capitales sumidas en el engaño y el compromiso.
El Líder celebró la firmeza de Gaza, considerándola una lección clara de paciencia, resistencia y honor. Enfatizó que esta firmeza es la mayor prueba contra todos los débiles, y que Gaza, con su sangre, expone a todos aquellos que la han defraudado. También consideró que silenciar la voz de la resistencia y distorsionar la imagen de los muyahidines se encuentran entre las prácticas más peligrosas de algunos regímenes, en una flagrante respuesta al proyecto sionista.
El discurso se centró en la estrecha conexión entre la colusión política y el apoyo económico, explicando que el comercio, el petróleo y las rutas aéreas y marítimas representan herramientas de financiación directa para el enemigo. Reveló una red de intereses y relaciones cuidadosamente gestionada entre algunos regímenes y la entidad sionista, transformando una postura comprometedora en un proyecto integral que sirve a la ocupación a través de múltiples canales.
El lenguaje del discurso fue único por su combinación de un tono firme y religioso con una lectura política precisa. Cada párrafo contenía una incitación a la concienciación, un impulso a la acción y una sutil exposición de posturas vergonzosas camufladas en justificaciones y evasivas. A través de él, presentó un proyecto integral de movilización que comienza con la concienciación y termina con la acción. El Líder de la Revolución buscó redefinir la relación entre la nación y Jerusalén, entre los pueblos y sus lugares sagrados, entre las consignas y las posturas, y entre el Corán y la realidad. Lo logró al vincular la traición con la disfunción educativa, las posiciones políticas con el declive moral y el silencio de los regímenes con la ausencia de disuasión religiosa.
El discurso concluyó con un llamamiento abierto al eje de la resistencia, un llamado a cerrar filas y a los pueblos a unirse en torno a los frentes de firmeza. También reafirmó su pleno apoyo al pueblo palestino, tanto políticamente como sobre el terreno, como parte de la batalla por el honor árabe e islámico.
El Líder de la Revolución presentó un mapa de posiciones que no permitía vacilaciones y cerró la puerta a la neutralidad, responsabilizando a cada parte: o bien se unía al Frente Nusra o bien era considerado miembro del frente de la traición. Sin adornos ni adornos, la ecuación hoy está clara, y el campo no puede tolerar un color grisáceo.
En su totalidad, el discurso del Líder constituye un documento de posición que consolida la claridad de dirección y describe las características de la fase actual según estrictos estándares coránicos y éticos. El discurso presentó una visión integral que respalda la verdad, ubica a cada persona en su lugar y responsabiliza a cada parte de las consecuencias de sus decisiones y de la responsabilidad de su voz, recuperando con audacia y equilibrio sus dimensiones religiosas, históricas y políticas.
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