Sana'a - Saba: Informe: Gamil Al-Qashm
Estados Unidos siempre ha utilizado las clasificaciones como un medio para reforzar su dominio, pero la realidad ha cambiado hoy, pues la gente se ha vuelto más consciente y más fuerte para resistir estas presiones.
Yemen es un ejemplo vivo de este cambio, ya que la clasificación de Sanaá como organización terrorista en realidad refleja un reconocimiento estadounidense de la incapacidad de Estados Unidos para imponer control, después de su fracaso en los niveles militar y económico.
Esta clasificación no afectará a Sanaá, sino que reforzará su firmeza y la convertirá en una cifra difícil de alcanzar en la región. Mientras Estados Unidos apuesta por aislar a las fuerzas que se le oponen, se encuentra cada vez más ante una nueva realidad que redefine la influencia y la resistencia.
Yemen es hoy un modelo de resistencia. Después de que Estados Unidos anunciara en 2021 la clasificación de Ansar Allah como organización terrorista, la decisión fue una admisión de la impotencia estadounidense ante la voluntad del pueblo yemeníta, y la clasificación fue resultado del fracaso de Washington en controlar la situación en la región.
Aunque esta clasificación fue aparentemente un intento estadounidense de presionar a Sanaá, en realidad no fue más que una declaración de debilidad. Durante años, Estados Unidos ha intentado imponer su hegemonía sobre Yemen mediante herramientas militares y económicas, pero no logró sus objetivos. La clasificación fue un arma de último recurso en una batalla perdida.
No es de extrañar que los regímenes que no se ajustan a las políticas estadounidenses se conviertan en objetivos de las listas de terroristas. Washington lleva mucho tiempo utilizando esta táctica con los países y movimientos que limitan su influencia. Sin embargo, esta clasificación sigue siendo nula en el caso de Yemen, que no depende del sistema financiero occidental y no respeta las leyes estadounidenses que utiliza como herramientas de presión.
La clasificación estadounidense no tiene un impacto significativo sobre el terreno, porque Sanaá ya no necesita el reconocimiento estadounidense y el asedio y las sanciones no impidieron que Yemen continuara su camino firme. Por el contrario, esas decisiones pueden convertirse en un incentivo adicional para empujar a más pueblos a sumarse al camino de la resistencia.
Si analizamos la historia de estas clasificaciones, vemos que Estados Unidos ha liderado este juego político varias veces. El 19 de enero de 2021, Ansar Allah fue clasificado por primera vez como organización terrorista, en una medida que los observadores describieron como resultado de la incapacidad estadounidense para influir en la escena yemení. Con el regreso a esta clasificación en 2025, Estados Unidos parece estar en una posición más débil.
Al mismo tiempo, los analistas políticos se burlaron de esta clasificación, considerándola un intento desesperado de contener un movimiento que ha comenzado a imponerse como una potencia regional. Consideraron que la clasificación no cambiará la realidad política en Yemen, sino que aumentará la resistencia del pueblo yemení, que ha demostrado una firmeza sin precedentes.
Los analistas agregaron que esta clasificación tendrá consecuencias nefastas para los intereses estadounidenses e israelíes en la región, ya que la posible escalada en el Mar Rojo puede representar una amenaza tanto para Estados Unidos como para la entidad sionista, ya que la clasificación mejorará la posición de Ansar Allah y fortalecerá el apoyo popular a ellos.
Estados Unidos no proporcionó ninguna justificación lógica para la clasificación, excepto que Ansar Allah ataca a barcos estadounidenses e israelíes en el Mar Rojo, pero si este es el estándar para el terrorismo, ¿por qué Israel no está incluido en la lista de terrorismo, ya que comete masacres contra los palestinos a diario?
Los analistas agregaron que esta clasificación tendrá consecuencias nefastas para los intereses estadounidenses e israelíes en la región, ya que la posible escalada en el Mar Rojo puede representar una amenaza tanto para Estados Unidos como para la entidad sionista, ya que la clasificación mejorará la posición de Ansar Allah y fortalecerá el apoyo popular a ellos.
La clasificación estadounidense muestra claramente cómo Washington aborda los movimientos que afectan a sus intereses. Cuando estos movimientos son débiles, los ignora o intenta contenerlos, pero cuando se convierten en una potencia regional efectiva, de repente se convierten en terroristas. Sin embargo, sobre el terreno, no parece que la decisión vaya a producir un cambio real.
Tras años de asedio y agresión, Sanaá ha demostrado que es capaz de resistir y adaptarse a todos los desafíos. Esta firmeza constante se ha convertido en un modelo a imitar, y la clasificación estadounidense se ha convertido en una prueba del fracaso de Washington a la hora de influir en la voluntad del pueblo yemeníta.
Así lo indicó el líder de la revolución, Sr. Abdul-Malik Badr al-Din al-Houthi, quien consideró la decisión como una prueba de la incapacidad de Estados Unidos para influir en Yemen y su pueblo, y parte de la política estadounidense de confusión en la región, indicando que no cambiará la determinación del pueblo yemeníta, sino que será un incentivo para continuar la resistencia con todas sus fuerzas.
Los observadores confirman que si Estados Unidos apuesta a que esta clasificación conducirá al aislamiento o debilitamiento de Saná, su apuesta es equivocada porque la historia ha demostrado que las potencias que Washington clasifica hoy se convierten en parte de ecuaciones que no podrá superar mañana, y lo que está sucediendo en Yemen no es sólo una confrontación militar, sino un cambio estratégico que redibuja el mapa de influencia en la región.
En definitiva, la hegemonía estadounidense ya no se impone mediante decisiones y la clasificación como terrorista ya no es un arma capaz de cambiar la realidad. Yemen, con su firmeza y su fuerza, no sólo rompe esta clasificación, sino que rompe todo el diccionario estadounidense, redefiniendo quién es un terrorista, quién es un resistente y quién tiene derecho a determinar el destino de los pueblos.
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