Bajo bombardeo: La masacre de Al-Hishmah revela el rostro ensangrentado de la milicia Islah en Taiz


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Yemen News Agency SABA
Bajo bombardeo: La masacre de Al-Hishmah revela el rostro ensangrentado de la milicia Islah en Taiz
[12/ julio/2025]


Taiz - Saba:

En Jabal Al-Habil, en la zona de Al-Hishmah del distrito de At-Taiziyah, el suelo acogió a cinco niños; sus risas se dispersaban entre las piedras polvorientas, sus ojos brillaban con la sencillez de sus sueños. Entonces, la explosión resonó, el polvo se levantó y los pequeños cuerpos yacían inmóviles en una escena desgarradora: Mubarak, Osama, Bashir, Ahmed y Anas. Cinco nombres quedaron grabados por la metralla en los muros de la memoria, dejando tras de sí un dolor que trasciende el espacio y el tiempo.

Los mercenarios del Partido Islah, desplegados como bandas descontroladas en las zonas ocupadas, dirigieron el proyectil hacia un barrio poblado. Sin enfrentamientos ni presencia armada, la operación se llevó a cabo, y sus víctimas fueron seleccionadas entre juguetes infantiles y la tranquilidad del entorno. El resultado fue un completo crimen contra la vida.

Esta masacre demuestra la profunda hostilidad inherente a las acciones de la milicia Islah y refleja la imagen de agresión mediante herramientas locales, expertas en el uso de artillería pesada contra las comunidades civiles en un intento de subyugarlas y aterrorizarlas, y obligarlas a someterse a los planes de la ocupación.

Las familias transportaron los cuerpos de las víctimas al Hospital Al-Rifai en medio de la conmoción y la devastación. Gritaron claras exigencias para que los perpetradores rindan cuentas y se haga justicia. Afirmaron que este crimen no solo se dirigió contra niños, sino que también atentó contra la propia seguridad en los barrios, dejando huella en los criminales.

Sorprendentemente, el crimen se desarrolló sin revuelo mediático. No se emitieron declaraciones, no se publicó ninguna cobertura, y ningún titular dominó la escena. Los pequeños ataúdes llegaron al hospital sin una lente que los acompañara, y el sentimiento de pérdida se perdió en los relatos.

Cuando el perpetrador está afiliado a la coalición de agresión, las masacres se encubren, las voces se silencian y el telón cae sobre el acto sangriento. Mientras tanto, la comunidad en duelo se enfrenta cara a cara con la verdad, sin una plataforma que la apoye ni una narrativa que la sostenga. El crimen sigue siendo un testimonio de la profundidad del sesgo en la construcción de la memoria.

La milicia Islah, que controla las zonas ocupadas de Taiz con un control sangriento, continúa recurriendo a los bombardeos y los francotiradores como herramientas de control, alimentando una realidad de seguridad laxa que une a múltiples milicias y conduce a la expansión del terror y a la profundización de la brecha de seguridad en la sociedad.

Este crimen es una de las formas más horribles de agresión a la infancia, con sus connotaciones brutales. Revela una política sistemática que utiliza los bombardeos para silenciar la inocencia y sembrar el miedo en un entorno gobernado con mano dura, donde se confiscan los más básicos estándares de la infancia.

Las dimensiones subyacentes de este crimen van más allá de los simples bombardeos. Es una clara manifestación de un enfoque agresivo destinado a desestabilizar la sociedad, transformando las ciudades en zonas de tensión perpetua y sustituyendo la esperanza por la amenaza del peligro, en medio de una privación generalizada de servicios y medios de protección.

La coalición de agresión, patrocinadora directa de la milicia Islah, continúa creando ambientes sangrientos, invirtiendo a sus mercenarios en la ejecución de misiones sucias, asignando a sus plataformas mediáticas funciones de justificación y promoción, y explotando su silencio para legitimar crímenes que se repiten con regularidad.

Las familias de los mártires de Al-Hishmah y todo el pueblo de Taiz condenaron este vergonzoso acto perpetrado por los mercenarios de Islah. Enfatizaron que la masacre profundizó el dolor en la conciencia de la gobernación y elevó la indignación popular hacia esta conducta criminal.

La masacre desató una ola de indignación y provocó reacciones airadas de los defensores de los derechos humanos y de los círculos populares. Se emitieron múltiples condenas, y las manchas de sangre siguen siendo testimonio de la traición en el barrio de Al-Arsoum. Mientras tanto, los pequeños ataúdes en el corazón de Yemen son una herida que nunca sanará.

La masacre de Al-Hishma refleja claramente un proyecto sangriento que se desarrolla sobre los cuerpos de niños, transformando las comunidades en escenarios de terror, reemplazando la tranquilidad con el control de las armas, gobernando la realidad según la lógica de las milicias y cultivando la muerte como forma de supervivencia.